¿Cómo hacer para que los agradecimientos no suenen sólo como una formalidad necesaria? Quiero agradecer a la Comisión de Biblioteca y a su director José Alberto Raymondi la invitación a presentar el libro de Zacarías Marco: Aforismos lacanianos – Para una poética del psicoanálisis.[1] Y claro está de una manera particular al autor por haber pensado en mí para hacerlo. Es una alegría y un honor compartir una vez más la presentación de un libro suyo.
Supe de la existencia del libro en julio del 22 cuando Zacarías me escribió un mail tras escuchar una intervención sobre Joyce que hice en nuestra sede. Me decía en ese mail que estaba escribiendo un libro sobre los aforismos de Lacan, en un tono un poco novelesco. Estoy de acuerdo con esa descripción del libro. Es una aventura, un viaje. Como en los libros anteriores Zacarías nos descubre un territorio nuevo. Sea la vida en la campiña irlandesa, la ciudad de Londres, o el camino en Madrid hasta la casa de su profesor de inglés, y de paso la música que lo conmovía y lo ayudaba a armarse una existencia.
Esta vez el viaje es por el territorio más poético del psicoanálisis lacaniano. Con una pasión que se contagia, la aventura es encontrar un psicoanálisis distinto. Un psicoanálisis que sitúa en su centro un vacío, un no-saber originario. Un lugar que Lacan elige describir poéticamente como el “redondel quemado en la maleza de las pulsiones”, el lugar del Ya-nadie[2]. Con el verso de Valéry[3], Lacan condensa ese lugar donde, luego, podrán inscribirse las otras instancias de la tópica freudiana: el yo y el superyo.
Hugo Savino, le había dicho un día que Zacarías estaba escribiendo la novela de los aforismos. Es la aventura de adentrarse en los aforismos y dar cuenta de ella, recorriendo un camino mediante el cual Lacan buscó la vía regia del psicoanálisis hacia lo real.
Me decía también en el mail que me enviaba el aforismo 15, “La letra dibuja el borde del agujero en el saber”, porque lo habían sorprendido las resonancias entre nuestros textos. Y es verdad, hasta citábamos los dos el magnífico texto de Beckett en el que supo definir el privilegio de la sustancia fónica sobre el sentido, en el Finnegans Wake. Y que Lacan hizo suyo con la categoría, “escritos para no leer”.
Beckett indignado con los detractores de Joyce que decían que ese libro no se entendía, era incomprensible, los trataba desafiante de retrógrados.
“Aquí la forma es el contenido y el contenido es forma. Se quejan de
que no está escrito en inglés. No está escrito en absoluto. No es para leer
o mejor no es sólo para leer. Es para mirarlo y escuchado. Su escritura no
es sobre algo, es ese algo mismo. Cuando el significado es dormir, las
palabras se echan a dormir. Cuando el significado es bailar, las palabras
bailan”.[4]
Es un aforismo, el 15 del libro de Zacarías, que marca la totalidad del libro al describir la necesidad de los aforismos en la enseñanza de Lacan. “El no saber no es lo opuesto al saber, ni se resuelve en una dialéctica concreta. Siendo origen del saber, también es el lugar donde volvemos a refrescarnos tras los fatigosos paseos por los relatos del saber”.[5] Hay que acceder a ese otro lugar. “Porque en el no saber se encuentra una verdad superior, que no hay verdad”.[6] Como ya lo adelantaba Marco en su Prefacio, cuyo título me sirvió a mi para dar el de estas reflexiones.
Un aforismo es un elemento extraño al orden del discurso. “No es sólo un concentrado de saber contiene también algo que excede lo comunicable”.[7]
Los aforismos poseen de una parte una prodigiosa densidad simbólica y de la otra, una inmensa latencia de significación diferida. Continúan reverberando entre la incomprensión y la huella que sin embargo dejan en el pensamiento.
Quizás porque sintamos que nos conciernen pero que nos mantienen en cierta perplejidad que nos obliga a repensarlos una y otra vez. Reconocerán en esta descripción algo de la experiencia psicótica. Se trata del surgimiento de un sinsentido/sentido a la vez evidente y enigmático por presentarse de manera descontextualizada. Como el S1 que en los fenómenos de lenguaje en la psicosis aparece bajo la forma de cadena rota. Es la misma perplejidad que nos embarga en el aforismo ante el surgimiento de un significante que colma y a la vez vacía el sentido, que produce un desorden en el plano del sentido común.
El aforismo produce un efecto parecido a la perplejidad del psicótico que nos alcanza a todos los parlêtres, a todos los seres hablantes. Frente a ese decir que “va a contracorriente, (que) detiene el devenir del discurso con un efecto de revelación y al mismo tiempo nos interpela desde el enigma de un saber desconocido”.[8] Nos trae “oculto bajo la belleza de la fórmula, una cristalización de lo innombrable”.[9]
A Joyce le gustaban los enigmas y Lacan se detuvo en ellos en el Seminario 23[10], en el capítulo IV, que J.-A. Miller tituló “Joyce y el enigma del zorro”. Anota el enigma como Ee y lo define como “una enunciación tal que no se encuentra su enunciado”.[11] “El enigma es un arte de entre líneas, aludiendo a la cuerda”.[12]
Joyce busca descifrar su enigma, dice Lacan, pero no llega muy lejos porque cree en sus síntomas, por ejemplo, en la conciencia increada de (su) raza. Y añade “El análisis es eso, es la respuesta a un enigma, y una respuesta, es preciso decirlo por este ejemplo” (se refiere al enigma que Stephen enseña a sus alumnos, lo recordarán quizás, la respuesta es: el pequeño zorro que entierra a su abuela bajo un arbusto), el análisis decíamos, citando a Lacan, “es la respuesta a un enigma, y una respuesta -como el ejemplo de Joyce- completa y especialmente tonta. Precisamente por eso no hay que soltar la cuerda. (… Si no se sabe) dónde desemboca la cuerda, en el nudo de la no relación sexual se corre el riesgo de farfullar”,[13] de decir tonterías.
El aforismo posee -como dijo Gustavo Dessal en una conferencia sobre la función del mismo en la enseñanza de Lacan-[14] la fuerza de la certeza y el misterio de lo insensato. En esa misma conferencia Dessal destacaba que es el uso y el consentimiento de la comunidad analítica la que le confiere ese valor a un dicho. No sabemos a priori lo que decide que un dicho sea aforístico o no.
Marco lo demuestra una y otra vez en los aforismos que decide comentar, algunos de ellos son los consagrados como tales por la comunidad analítica, otros nos los descubre él.
Mostrándonos que se trata de un saber enigmático que invita al desciframiento, formulado de forma breve, condensada, que impide el cierre de la significación y obliga a una resignificación permanente.
Algunos ejemplos, el 7, “Tú no me ves desde donde yo te miro”, el 17, “Si un hombre cualquiera que se cree rey está loco, no lo está menos un rey que se cree rey”. Este último me gusta mucho. Aprecio su cualidad epistemológica, con su análisis de la transformación desde Descartes, pasando por Lichtenberg de los límites entre razón y locura. Aunque después con los Nombres del Padre, con el sinthome, con los nudos hayamos de tener en cuenta una perspectiva más continuista, la enseñanza de Lacan que no se puede considerar como una vía de progreso, donde lo último supera a lo anterior, mantiene, no obstante, un límite a la noción de continuidad entre razón y locura. Como había escrito en el muro de su dormitorio en la guardia de Sainte Anne: “No se vuelve loco quien quiere”. El límite entre estructuras permanece. Y como escribió J.-A. Miller la psicosis ordinaria es una psicosis y mejor saber cuál.
Otros llamados aforismos, son más opinables porque, aunque es verdad -y su trabajo lo demuestra- que es posible descubrir un aforismo más allá de que fuera la intención de Lacan crearlo, e incluso más allá de que la comunidad analítica lo reconozca, hay formulaciones lacanianas que no por ser complejas cobran el carácter de aforismos. Hay definiciones en Lacan que no es sencillo comprender, que requieren un esfuerzo por parte del lector. Sin embargo, en sentido estricto no tienen el carácter de aforismo. Su dificultad no se acompaña del efecto de constituir un enigma, de romper la cadena del sentido común, no permanecen en el pensamiento reclamando su elaboración.
Me gusta mucho en ese sentido la afirmación de Zacarías de que los aforismos -y añado yo cuando son verdaderos aforismos- piden ser recitados. Porque su verdad es imposible de alcanzar, lo que no significa que dejemos de intentarlo. Es la lógica del pensamiento de Lacan. Que sea imposible no significa dejar de intentarlo. Una exigencia que no se detiene frente a la dificultad. Irrumpen en la continuidad del texto haciendo estallar la organización simbólica e imaginaria.
Son deslumbrantes fragmentos que arrastran un real y por eso Marco los aproxima al poema y entre ellos en particular al haiku. Lo ilustra en el análisis del aforismo 23 “No hay Otro del Otro”, con un bello y conmovedor haiku de Kobayashi Issa[15]:
En una gota de rocío / un mundo de rocío / y sin embargo …
Según una idea budista,el mundo es una gota de rocío en la palma de la mano de Buda. Pero la tristeza del hombre -y no Dios, en la figura de Buda- es la que pincha la burbuja del todo contenido en la unidad. Porque, aunque la gota dice al mundo, no hay verdad del mundo que diga la nuestra. “El hombre queda ahora, definido, en la ambigüedad que lo caracteriza, en el tercer verso del haiku, en ese y sin embargo … que alerta sobre su desamparo. Un desamparo indecible que deja en sus puntos suspensivos un silencio tan sideral como el universo entero”.[16]
Se entiende que se haya hablado del arte del aforismo. “Pues se requiere un artista del pensamiento para arrebatar ese fruto prohibido”.[17]
Llamamos artista a quien se atreve a entrar en ese territorio de lo imposible, de lo que excede el campo del lenguaje y “regresa tras atrapar lo impensable de una forma”.[18]
También de Saussure descubrió esa otra dimensión del lenguaje -aunque ocultó ese descubrimiento para no dañar el prestigio de la lingüística- esa dimensión anagramática con la que buscaba atrapar la incidencia poética del lenguaje.
Está en la naturaleza misma de la lengua intentar decir lo que no se puede decir. “Es más, hay razones para creer que es éste el verdadero motor que desde el principio nos mueve a expresarnos, enlazando el afecto a la palabra. Eso explicaría nuestra dependencia de ciertos significantes.”[19] Sería la manera de reconocernos en lo que decimos, de construir con esos significantes que vienen del Otro nuestro lugar en el mundo.
Y nos ofrece un principio para la lectura muy simple: cuando se lee, se escribe. “La aceptación de esas hebras de escritura ha transformado a quien escribía en efecto de lo que escribe, no ya autor, sino poema.”[20] Como lo escribe tan bellamente Lacan en la cita que Zacarías recoge como epígrafe de su libro:
Repudio ese certificado: no soy poeta,
sino un poema. Y que se escribe,
pese a que parece ser sujeto.[21]
Podría continuar comentando otros aspectos que destacan en cada uno de los 24 aforismos y uno más, que es el primero, dicho de otra manera, si diera rienda suelta a mi entusiasmo. Pero sería, sin lugar a duda, una falta de consideración hacia ustedes. Decirles, sin embargo, para terminar que es un libro que les gustará tener, que despliega la teoría de Lacan con rigor y precisión y al mismo tiempo introduce a la articulación de sus conceptos, lo que les resultará muy útil.
En la conferencia de Dessal -a la que antes hice referencia- se nos proponía una relación entre el uso cada vez mayor en la enseñanza de Lacan de los aforismos y una característica de nuestra época: “la pérdida de la carretera principal como un camino que aglutina el devenir de la civilización”[22]. En su lugar múltiples discursos que se repiten de modo metonímico sin punto de basta ni acento singular.
Lacan maestro de los aforismos supo utilizarlos para hacer surco en el discurso cacofónico de nuestra civilización. Como cuando en Italia en una rueda de prensa regaló a la pereza o a la exigida rapidez periodística un bello titular: La mujer no existe.
*Es psicoanalista en Madrid, AME de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, y miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.
[1] Marco, Z., Aforismos lacanianos Para una poética del psicoanálisis, Arena Libros, Madrid, 2022.
[2] Lacan, J.,“Observación sobre el informe de Daniel Lagache: Psicoanálisis y estructura de la Personalidad”, Escritos II, Siglo XXI editores, Buenos Aires, 1975, pp. 288-289.
[3] Valéry, P. El cementerio marino,“Esbozo de una serpiente”: “el Universo/es un defecto, allí en la pureza/del No-ser”, Alhulia, Granada, 2006.
[4] Beckett, S., “Dante…Bruno. Vico…Joyce” in Our Exagmination Round his Factification for Incamination of Work in Progress, Shakespeare and Company, Paris, 1929 y Faber and Faber, Londres, 1929.
[5] Marco, Z., op. cit. p..108.
[6] Ibidem.
[7] Ibid. p. 9
[8] Ibidem.
[9] Ibidem.
[10] Lacan, J., El Seminario Libro 23, El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2006.
[11] Ibid. p. 65.
[12] Ibid. p. 66.
[13] Ibid. p. 70.
[14] Dessal, G. “La función del aforismo en la enseñanza de Lacan”, conferencia pronunciada en el marco del Nucep, “Cita con la práctica hoy”, página Web de la Sección Clínica de Madrid.
[15] Kobayashi, I., poeta japonés del siglo XVIII, citado por Marco, Z, op.cit.. pp. 177-178.
[16] Marco, Z., op.cit. p. 178.
[17] Ibid. p. 9
[18] Ibidem.
[19] Ibid. p. 11.
[20] Marco, Z. op.cit. p. 13
[21] Lacan, J., “Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11”, Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p.600.
[22] Dessal, G. op.cit.