Vamos a cerrar hoy este taller de Lengüajes XI por todo lo alto, con una sesión doble, un poco a modo de aquellas sesiones continuas de los cines de barrio que formaron nuestra sensibilidad, cuando descubrir la vida en la pantalla nos ponía en contacto con lo nuestro desconocido. Lo vamos a cerrar presentando los trabajos de dos compañeros, –amigos muy cercanos–, Miguel Ángel Alonso y Hugo Savino. Pero antes quería confesaros el sentimiento contrariado por no poder compartir la alegría de este momento con Sergio Larriera, cuya presencia se haya secuestrada por la institución médica –cosas del covid, al que ya ha derrotado por segunda vez–, desde cuyo encierro os envía a todos un cariñoso saludo, junto con la enorme satisfacción de haber conseguido ¡un año más! completar un magnífico programa de trabajos. Me ha encargado que os dé a todos la enhorabuena. Y a su vez, desde aquí te enviamos, maestro, saludos y un abrazo. ¡Pronto lo celebraremos!
Tenemos para hoy dos ponencias sobre un director de cine muy especial, un director de los llamados de culto, padre del cine experimental americano, John Cassavetes. Lo pronuncio así, casavetis, lo he aprendido hoy, que le viene de su ascendencia griega, un origen que hizo que el inglés no fuera su lengua materna, sino el griego. Son cosas que en este taller nos interesan, y que en este caso quizás hablen de una inicial versatilidad para introducir en la cultura americana, en el cine, lo Otro, un Afuera rebosante de vida, que fue la obsesión de Cassavetes. Su amigo y actor Peter Falk lo expresó así: “Cassavetes era el más fervoroso de los hombres que he conocido en mi vida, y no tenía en todo su cuerpo un único hueso de imitación. Todas sus películas son sobre lo mismo. Alguien dijo que el hombre era un dios en ruinas, y John vio las ruinas con tal claridad que ni tú ni yo podríamos tolerar.”
Nos hablará de él Miguel Ángel Alonso, que se centrará sobre todo en la relación que en el arte tiene el sujeto con el objeto, en concreto con la falta de objeto, una sustracción que impide propiamente su representación. Todo artista afronta este imposible, veremos cómo lo aborda John Cassavetes. La mayoría de vosotros conocéis de Miguel Ángel su labor en Liter-a-tulia, la tertulia que fundó hace ya casi 15 años con Alberto Estévez y Gustavo Dessal, y que vino a ser un poco su final de análisis, al menos la autorización que se dio para compartir con los demás su enorme afición a la lectura. Pero Miguel Ángel ha conseguido también no reducir su ámbito a ese núcleo y colaborar en cuantos espacios de estudio y lectura le han sido sugeridos. El primero obvio es éste, el taller de Lengüajes, a lo largo de una serie de trabajos que están publicados en la web de cilajoyce. La lista es larga, podéis consultarlos, sobre Pessoa, sobre Macedonio Fernández, sobre surrealismo, sobre la Odisea, además de naturalmente varios específicos sobre los libros Joyce. El segundo que me gustaría destacar es su colaboración en el grupo de lecturas beckettianas que tenemos en Cruce –cuyo próximo año será ya el séptimo–, y de cuyos ecos, de su enseñanza, os llegarán noticias hoy. Además, Miguel Ángel está apuntado a un taller de lectura con Hugo Savino, lo cual quiere decir que sabe ponerse en buenas manos. Y más allá de estas aficiones y entrega al trabajo están los vínculos humanos que crea, diría que trayéndose su Cariño natal a Madrid. Personalmente, le debo a su amistad más cosas de las que podría reconocer. Pero lo hago extensivo también a vosotros. Lo sabéis bien, Miguel Ángel es a los espacios que habita lo que el roble al vino.
Cerrará el concierto, o la segunda proyección de esta tarde, nuestro querido Hugo Savino. ¿Sabes que no es la primera vez que te presento? A Hugo no le conocí en este espacio, sino en otro, en Cruce, donde llegó de la mano de Isidro Herrera, que lo introdujo en el grupo de Pensamiento. Hugo es escritor y traductor, o sea, escritor por partida doble. Después de una larga trayectoria en Argentina, y no abandonando su lengua materna, con los aditivos que eso conlleva, se abrió camino en estos lares traduciendo del francés. Así llegó a Isidro, de ahí a Cruce, empezando –es la fortuna que me toca– una inmediata amistad. Una amistad que no deja de dar frutos tanto en los encuentros como en las actividades que compartimos. El grupo de Beckett, del que hablaba, tuvo su origen en una de nuestras charlas. Pero ante vosotros me gustaría destacar algo que no deja de sorprenderme, su capacidad lectora, que es única no sólo por la cantidad de textos que maneja, –eso por sí mismo no tendría tanta importancia– y de la que se podrían contar muchas jugosas anécdotas, sino por su modo de leer. Porque Hugo lee. Yo diría que define la lectura en modo personal, poniendo el oído y dejando hacer al texto. Hugo se abre a lo que lee. Y tomad este abrirse en modo literal. Lo que quiere decir que leyendo se deja escribir. Hugo está atravesado por estas lecturas vueltas escrituras. Es lógico que componga después también sus textos, unos textos donde esta escritura cobra vida, frase a frase. Escriba novela o acompañe leyendo a otros escritores, a Hugo le sale su producto, como a la araña su tela, donde, a poca sensibilidad que se tenga, uno queda atrapado. Hugo nos deja en la escritura esta aventura vital. Nos da la vida que se acaba de crear. Para quien quiera acercarse a esta experiencia –que viene en añadidura de sus colaboraciones con grupos y blogs literarios, de su relación con Néstor Sánchez, de sus traducciones de Henri Meschonnic y tantos otros, y además también de sus trabajos para estos talleres de Lengüajes–, están sus libros, La línea del tiempo, Viento del noroeste, Furgón de cola, Salto de mata, La mañana sol de limón… y dos últimos que están a punto de ser publicados, uno sobre Kerouac y otro que continúa su novela saga.
Os dejo con estas dos ponencias, la de Miguel Ángel, Cassavetes. Del sujeto al objeto. Condiciones de una sustracción; y la de Hugo Savino, John Cassavetes, en desorden.
Zacarías Marco, 20 de julio de 2022