La mirada partida. Presentación del libro Derrotas y derivas en la librería Enclave

Derrotas y derivas es el fruto de una propuesta arriesgada. Los propios participantes no tardamos en comprobarlo cuando las aguas se agitaron y nos dio por ofrecer nuestras derivas, pero hoy me fijaré en su aspecto estructural. Era arriesgada por exigir la excursión hacia lo escrito de lo que había sido, y sigue siendo, la actividad oral de nuestro grupo de lectura. Por buenos motivos este pasaje nunca resulta fácil, obliga a una pérdida de la inocencia, a dejar atrás la ilusión de concordancia entre lo pensado y lo expresado. Una dificultad que también encontramos en el origen de la filosofía, cuando decretó en la palabra misma una amistad con la sabiduría que era, más bien, el exilio con lo que no estaba a su alcance, desplazando míticamente su tenencia a una época anterior. Por eso, asumir esa distancia con el saber, aunque intentemos acortarla, sea tan esencial a nuestro juego.

El resultado de la propuesta me parece, sin embargo, exitoso, y me gustaría destacar cómo supera al menos dos retos importantes. El primero, que no pudiendo seguir el esquema vivo de las intervenciones generadas en la práctica habitual de nuestro grupo, donde cada una se enriquece en la medida en que dialoga con las precedentes, tiene aquí el atractivo de convocar la figura del lector para que sea él el elemento vivo donde se reúnan y dialoguen las distintas intervenciones. Y resulta misterioso, pero el conjunto funciona. Sin duda, la labor está facilitada por la estructura temática que organiza el libro en tres bloques, cada uno con un breve prólogo aclaratorio, escritos todos por Javier. El producto está así bien servido. Lo demás, suponemos que corre a cargo de la materia prima, con unos textos notables, de gran intensidad y belleza, que llegan tanto al corazón como al intelecto.

El segundo reto, algo más complejo pero también más interesante, lo apuntaba al principio, es la tensión que me parece del todo necesaria entre el pensamiento y el saber. Me refiero con ello a lo que precisa una actividad, llamada razonante, que, para no dejarse engatusar por lo que sería una mera exhibición de conocimientos, ha de tener la mirada partida, con un ojo dirigido de soslayo a aquello a lo que el saber no alcanza. En este libro esta tensión no está entre los textos, de unos frente a otros, no, la tensión es interna, se produce en cada texto consigo mismo, movilizados todos por la idea de hacer aportaciones que contribuyan a agitar el conjunto, en ese empeño que se ha dado el grupo que es el de habilitar un pensar aquí, propio de cada uno aunque hecho entre todos, lo que termina poniendo en cuestión lo que pensábamos era elaboración propia, lanzándola fuera de sí.

Todos los intervinientes de nuestras reuniones, incluso los que guardan silencio, son partícipes de esta transformación del pensamiento en aventura, de hacer del pensamiento una aventura –como diría el autor de nuestro próximo texto a debatir–, y creo que lo mismo sucede, afortunadamente, en este libro, si encuentra el lector que arriesgue a jugar su partida.

De esta transformación del pensamiento en aventura somos todos algo responsables, pero sería injusto no señalar al principal responsable, –no digo culpable, aunque seguro que él no tendría ningún problema en abrazar esta palabra. Me refiero por supuesto a Tim, quien por una cierta extravagancia no puede dejar de excavar este imprescindible agujero en el saber, incentivando la emergencia del encuentro particular, el nuestro, el de cada uno, que si incomoda a los discursos establecidos es porque nos ha incomodado a nosotros primero.

Zacarías Marco, 2 de octubre de 2018

Presentación del libro Derrotas y derivas en la librería Enclave